by AUTODOMINIS
EDITORIAL

"Bajo las ruedas"


Es noticia esta semana que los españoles hemos sido agraciados con otro trofeo con el que adornar nuestras vitrinas del esperpento: Somos, con mucha diferencia, el país con más atropellos de la Unión Europea.
Esto lo podemos sumar al resto de medallas que a pulso nos hemos ganado, como ser la nación que más bares tiene por habitante, más pisos vacíos por población, más días de sol al año, más paro entre los jóvenes, mayor fraude al fisco, más motoristas sin casco, mayor número de festivos no laborables, menos inversión en I+D… y nos damos de bruces con el reflejo de lo que se parece mucho a un país tercermundista. De momento sólo reflejo, aunque algunos anónimos ignorantes y nuestra despreciable casta política insistan en convertirnos en la viva imagen de lo dicho.

Pero hoy voy a lo de los atropellos.

Los datos publicados provienen de la Dirección General de Tráfico, motivo para cogerlos con pinzas, pero aún así arrojan un balance espeluznante. Del orden de 9.000 personas al año dan con sus huesos sobre el capó de un coche, mayormente en ciudad y mayormente, sobreviven –gracias al cielo-.

Como la DGT odia profundamente a los que llevamos coche, incide en el hecho de que tres cuartas partes de los atropellos suceden en semáforos y pasos de peatones, dando a entender que el pobre transeúnte está cruzando “superbien” y que es el “hijoputa” del conductor, loco de ira al volante y a salvo tras la carrocería, el que busca el cuerpo a cuerpo o el cuerpo a chapa en este caso.
Que no digo yo que no, pero que ni tanto, ni tan calvo.

Es verdad que en un país en el que la educación ya ni brilla por su ausencia, en el que muchos saben conducir pero muy pocos saben circular, el respeto por el viandante es casi nulo.

Mi compañero Manuel, que se ocupa de las pruebas en la Ciudad Condal y hace años sufrió un atropello por parte de una monja en un Citroen AX -ahí lo llevas-, tiene a gala afear la conducta a todo conductor que se salta un paso de cebra con peatones a la espera. Yo le digo que un día le van a partir la cara por chulo, pero insiste en que rara vez los conductores se dan por aludidos. Y esto es aún más preocupante.

Yo de siempre he sido muy educadito y cuando voy a pie espero la luz verde en el semáforo, cruzo por donde debo y siempre miro a ambos lados de la calzada.
Y es cuando miro a ambos lados cuando muchas veces descubro a inconscientes a la carrera entre el tráfico, pollos sin cabeza atravesando tres carriles a puro huevo y subnormales profundos lanzándose al asfalto bajo el falso y tranquilizador “ahora no viene nadie” o “nos da tiempo de sobra”.
Y también hay ciclistas, los cuales en la ciudad de Madrid son denominados “blancos móviles”. Tenía yo un par de amigos, muy modernos ellos, que un día decidieron “redescubrir la ciudad a golpe de pedal”. Hicieron oídos sordos a mis advertencias y bueno, insisto en el “tenía”… No, en serio, afortunadamente los sigo teniendo, pero ahora redescubren la ciudad con el Google Street View mientras curan las magulladuras que un taxista y su taxi les produjo en la primera hora de su primer día de experiencia.
Que lo que no se puede no se puede, y además es imposible. O haces la ciudad bien desde el principio o no intentes meter cosas nuevas con calzador, que no te van a caber.

Total, que tenemos por un lado a conductores maleducados (y alguna calamidad con ruedas y patas, rollo Farruquito) y por el otro a peatones inconscientes, ciclistas suicidas, ciclomoteros a discreción (ahora moto, ahora peatón) y unos nuevos pijos retrasados mentales y funcionales que van tan ufanos montados en una cosa que se llama Segway, aterrorizando a quien va tan tranquilo por su acera mirando los escaparates.
Y nadie está dispuesto a ceder, y ni mucho menos reconocer su culpa.
Toda lucha por la supervivencia deja heridos y muertos. Y al parecer en España tenemos la guerra más cruenta. ¿Y qué? ¿Nos escandalizamos y luego nos la tragamos?

Si no queremos cronificar esta enfermedad ni perpetuar tan indeseable éxito, ruego a los conductores tranquilidad, atención y respeto, que un día ellos también irán a pie. Y a los peatones les pido la misma tranquilidad, atención y respeto, pues otro día ellos irán en coche. Para casos difíciles recomiendo tratamiento de choque: Una semana en El Cairo de conductor y siete días de peatón, a ver si hay huevos (y vuelve alguien sano y salvo). Quién conozca la ciudad sabrá de lo que hablo…
Para todos los demás un deseo: Que sean los mecánicos y alguna tapa de alcantarilla los únicos que circunstancialmente, pasen un rato bajo las ruedas de nuestro coche.





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