by AUTODOMINIS
EDITORIAL

"Viajar es un placer"


Aprovechando el puente de la Constitución decidí cogerme unos días libres y, camuflando placer con trabajo, me dispuse a visitar a unos amigos en el país vecino famoso por sus tortillas, entre otras cosas.

Me habían invitado a una presentación de una marca gala el martes por la mañana, por lo que resolví “salir con tiempo” partiendo el viernes por la tarde y obsequiarme con tres días de disfrute entre las brasseries de Montmartre, la Torre Eiffel y el Moulin Rouge.
Total, que a media tarde llegué al aeropuerto.

Lo que me encuentro en la T4 de Madrid-Barajas parece distar bastante de la “realidad interesada” que algunos medios proyectan en sus informativos urgentes. Efectivamente los vuelos están siendo primero demorados y luego, cancelados por una huelga sorpresa del colectivo de controladores aéreos, seguro que con muchos e importantes motivos (Y algo de mala leche).

En el ambiente del lugar flota más un “Me cachis en la mar” que el “Cabrones-controladores-hijos-de-la-gran-puta-esto-es-indecente-millonarios-de-mierda” a voz en grito que por lo visto se vive intensamente en otras terminales.

“Estoy de vacaciones desde el minuto uno”, me digo, “tranquilidad y buenos alimentos Curro, que las huelgas están para eso, para fastidiar, aunque a mucha gente esto mismo al parecer se les haya olvidado”. Aguanto una cola ni muy larga ni muy corta y tras veinte minutos una amable señorita tras el mostrador de Iberia me dice que mi vuelo no saldrá. Le comento que tengo seguro de cancelación (que vale 10 euros, pero que muchas personas no contratan para poder más tarde quejarse más a gusto) y me responde que si cancelo, en 24h me reintegran el importe del billete en mi tarjeta de crédito.
Pues vale. Cancelo.
Y ahí estoy yo. Tirando de mi trolley y buscando el número del hotel en el que me iba a alojar mientras me dirijo al parking donde poco antes dejé mi coche.
Mmmmm ¿Parking? ¿Mi coche?...

Como entenderéis, por mi profesión me veo obligado a hacer un montón de kilómetros probando automóviles, 300, 400, 500, 600… pero rara vez los hago del tirón. Para viajes largos siempre caigo presa del tren o del avión por necesidades de tiempo. Pero ahora…estoy de vacaciones ¡Qué coño! ¿Qué son 1.300 kms para un conductor de pruebas?

Meto mi maleta en el maletero y mi destino en el navegador: 1.258 kms hasta el punto elegido. 11 horas y 57 minutos de viaje estimado. Vamos allá.

Avanzo en la tarde noche a buen ritmo a medida que más me alejo de la capital. En la radio escucho “historias para no dormir” de pasajeros “rehenes” de controladores “chantajistas”. Llamo a un conocido de una emisora con toda mi buena intención para que me meta en antena y me deje contarles que no se acaba el mundo por no montar en un tubo presurizado con alas durante 4 horas, y que en una huelga, los huelguistas siempre tienen razón. No me deja participar. Me dice que ya lo sabe, pero que eso “no vende”, y que prefieren “drama humano” o gente “afectada, cabreada, cansada y exaltada”. Pues vale.
Llamo al hotel, a ver si allí me hacen más caso. “Sin problema monsieur, le esperamos el tiempo que haga falta. Conduzca con cuidado”.
Antes de cruzar la frontera paré a cenar en un área servicio “H24” con mucho encanto. Me da pena que sea de noche por no poder apreciar a lo lejos el paisaje nevado de los Pirineos. Compré productos típicos, hice unas fotos con flash y me pusieron combustible en una gasolinera que aún no contemplaba la fiebre del autoservicio.

Mi coche iba feliz de acompañarme en tan largo trecho tras casi un mes parado en el garaje, y yo estaba contento de que así lo hiciera. No me quedaba ya mucho para mi destino (un par de horas y poco según la señorita del GPS) cuando dejó de llover y comenzó a amanecer. Cerca de Tours, al ladito del mítico Le Mans.

Me detuve a tomar un café americano con un croissant en el sitio más chulo que encontré, para lo que tuve que salir con gusto de la red principal (A10) .Otra media docena de fotos, otra botellita de buen vino al maletero y otro depósito lleno hasta arriba que me debería llevar hasta “mon destinaçiòn”.

Llegué al hotel más o menos cuando nuestro gobierno se pensaba si declarar el estado de emergencia-nacional-oral y anal (lo que hay que ver…) tras 11 horas y 45 minutos de… ¿Odisea? En absoluto. De viaje. De lo que ha de ser un buen viaje, no sólo desplazarse del punto A hasta el punto B. Vivir la carretera. Amortizar el coche. Disfrutar el camino. Lo que ya no se hace, lo que se nos ha olvidado.

A la vuelta incluso, decidí dar un rodeo.

De haber viajado realmente por trabajo tampoco creo que el sucedido me hubiera "arruinado la vida" (como decía una señora en la tele). Por placer, como veis, ni mucho menos. Y es que el cómo nos afecten los acontecimientos es una decisión totalmente nuestra, para bien o para mal, y no porque nos la haya privatizado este gobierno…





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