by AUTODOMINIS
EDITORIAL

"El fin de los tiempos"


La actualidad obliga, y aún no siendo yo un apocalíptico del 2012 –o no del todo-, sí que creo que nuestro sector del motor afronta una “renovación” que no es otra cosa que el final de una era.
Es así, y son ya muchos años dedicándome a este mundillo como para no recordar momento igual al que vivimos.
No hace falta un 21 del 12 del 2012 para notar cómo un cambio se impone. También es bien cierto que quizá los Mayas de conocimientos de automoción anduvieran escasos en gran medida.

Sólo hace falta echar un vistazo semana tras semana a la bandeja de entrada de nuestro correo donde todos los días las noticias del sector se aglutinan.
De un tiempo a esta parte abundan las despedidas, todas tristes e injustas en su mayoría. No son pocos los compañeros que no han llegado a comerse el turrón en sus medios o su marcas. Una lástima, y vaya para ellos mi deseo de ánimo más sincero para lo venidero y el agradecimiento por una labor impecable en el pasado.

Víctimas de la crisis nacional o global que busca que aún no mereciéndolo, cambiemos. Pagando justos por pecadores como es la tónica dominante en los últimos tiempos. Pero esa, es otra historia.

Porque a nuestro correo también llegan noticias de todo avance tecnológico que busca la “evolución última” de los medios de transporte prometiendo una serie de mejoras tan sorprendentes como prescindibles.
Una suerte de Despotismo en el mundo del automóvil: Todo por el coche, pero sin el coche. O mejor dicho, por el conductor y sin él.
Cuando nos juntamos algunos plumillas del motor, o simplemente varios aficionados, y cuando los más jóvenes ya peinamos alguna que otra cana, surgen al instante historietas y chascarrillos al más puro estilo del abuelo Cebolleta. Que cómo iba aquel coche, que menudo chasis de carreras, que vaya pedazo de motor traía aquel otro, que el verdadero lujo era que tu automóvil hablara, que para llevar rápido determinado modelo hacían falta manos, que menudos tragones eran aquellos… y creedme, en dichas charlas tan sólo es mencionar el futuro para ver cómo se nos cambia la mueca.

El coche eléctrico a la mayoría nos emociona tanto como la minipimer. Que oye, fue una revolución, pero dentro de los electrodomésticos, claro, donde también parecen querer instalarse determinados vehículos de ciertas marcas. Porque si bien estos “medios de transporte” ofrecen una alternativa a la movilidad convencional, hoy por hoy matan el propio espíritu del automóvil. Esto es, la libertad y hasta cierto punto rebeldía que sentaron sus bases desde que la señora Benz le “robó” el primer automóvil del mundo a su marido para ir a ver a su hermana a 10 horas de camino.

Ahora parecen querer condenarnos a marcar nuestros recorridos. Del punto A al punto C pasando por B sin dilación ni alternativa. La improvisación es peligrosa y afecta altamente a la productividad del individuo.
Por otro lado, como todos sabemos, estas tostadoras con ruedas son supermegaecológicas. Ya que sus baterías de ion-litio las fabrican unos gnomos bien remunerados a base de ricas bayas en lo profundo de los bosques y que la electricidad con la que se cargan surge de manera espontánea de la nada a nuestro enchufe.
Que vale. Que como desafío me parece bien. Y que el Twizy, que me hace mucha gracia, tiene un pase.
Sin embargo yo sigo apostando por explotar cosas bajo nuestro capó. No sé, llamadme idiota o romántico, pero tiene un “je ne seis quoi” que le da encanto. Y anda que no hay cosas aún por explotar –en toda la amplitud del término- en nuestro planeta…
Intentemos que lo hagan limpiamente eso sí, o sea, que no sea del estilo de quemar carbón como en la Revolución Industrial o como hacen aquellos que se pasan los protocolos de Kyoto por el forro de los co*ones, haciendo gala de la misma conciencia ecológica que se podría tener en el siglo XIX.

Porque el poder de Oriente en detrimento de los círculos hasta ahora naturales del mundo del automóvil es otro aperitivo de este cambio de era. En pocos años conduciremos los coches que les gusten a nuestros primos de la mirada rasgada. Eso ya me lo decía hace nada un directivo de una marca afamada: “Nosotros ya sólo pensamos en construir los coches que puedan ser vendibles en China”

Pero bueno, vuelvo al hilo de la tecnología. Que me subleva.
Y vuelvo porque es lo que le coge de más cerca a aquel que la política empresarial y los flujos de mercado le puedan dar de lado. Lo primero que se ve es lo primero que ves en tu coche. Y lo segundo, lo que vendrá. Hablo del piloto automático.
Me comentan técnicos de este universo que la conducción autónoma podría ser desde ya una realidad para ser probada, pero que aún quedan por pulir detalles y susceptibilidades que le impiden dar el salto definitivo.
A mí esto especialmente me horroriza.
Cada día con más frecuencia llegan a mis manos modelos capaces de aparcar solos, mantener la velocidad y la distancia con quien nos precede, frenar sin yo pisar el pedal o mantener la trayectoria actuando sobre el volante. Todo ello refuerza dos axiomas que manejamos en el sector. El primero es “A cada generación, más débiles”, y el segundo, “Si no te gusta conducir, vete en taxi”.
Parece exagerado, pero hace pocas fechas un internauta me escribía indignado porque el lector de señales de tráfico de su coche más de una vez se equivocaba, generándole un estrés extra en sus desplazamientos. Tras explicarle que dichos sistemas no son infalibles hoy en día, le recomendé un ejercicio –arriesgado- en desuso en nuestros días: Mirar por el parabrisas a la carretera. A la vieja usanza. Atendiendo a por dónde y cómo vamos.

Los sistemas de “infoentretenimiento” en los coches son harina de otro costal.
Todo para el "distraimiento". Pero claro, si tu coche frena sólo…

En fin, podría extenderme más pero no lo hago porque se me acabarán saltando las lágrimas.
Lo que queda claro es que, si el sentido común del comprador no lo remedia –tened en cuenta que tenemos la última palabra, mucho que les pese a muchos- el mundo del automóvil ha iniciado su apocalipsis particular. Más que el fin de los tiempos, parece que lo que se avecina es el fin de los buenos tiempos sobre ruedas.

Al menos que el año que viene nos dejen un poco tranquilos.
Feliz Navidad a todos.





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