by AUTODOMINIS
EDITORIAL

"Ferrari Cayanne"


La categoría más atractiva y apasionada de antaño, la de los superdeportivos, exenta de los efectos de la crisis, sufre sin embargo su propia depresión: la producida por la abundancia de su oferta
Desde hace unos años hay una pauta que se repite. Salón del Automóvil que se inaugura, superdeportivo que se presenta. Si no en todos y cada uno, desde luego en los más internacionales y con puntualidad de reloj suizo.

Recuerdo mi infancia, siendo aún pequeño pero lo suficientemente mayor como para tener recuerdos, los superdeportivos que nos fascinaban a todos los chavales eran básicamente tres: Ferrari F40, Porsche 959 y “esa cosa rara” llamada Lamborghini Countach. Wow, eran lo más de lo más. Representaban el zenit del automovilismo y la mayoría pensábamos que más allá sólo existiría la nada.

De esta manera fue durante unos cuantos años, hasta que la categoría se animó y surgieron nuevos contendientes al podio de tan poco nutrida disciplina. Bugatti EB110 y un poco más tarde llegaron los relevos de dos de los anteriores hitos y mitos, el F40 se convertía en F50 y el Lambo Countach en el Diablo. Desde la Gran Bretaña irrumpía en el panorama el MacLaren F1 y mi favorito, el Jaguar XJ220. Porsche se demoró algo más con el Carrera GT.

Así las cosas, entre mediados de los 80 y mediados de los 90, una decena de coches se disputaban el título del “deportivo definitivo” y capitalizaban los sueños de los adolescentes. Estaban ahí para epatar y para durar, pues un año o dos después de su lanzamiento eran pocos o ninguno los que les habían hecho sombra, y seguían presentes en el olimpo del automovilismo así como en la mayoría de conversaciones de los más aficionados al mundillo. ¡Y había gente que se sabía sus características y prestaciones al dedillo!

Esto se mantuvo más o menos estable hasta primeros del siglo XXI, para desmadrarse del todo en los inicios de este segundo decenio. Quizá imbuidos por la cultura del consumo instantáneo, de la brevedad, de la flor de un día que marca nuestra era, los fabricantes –grandes y pequeños- no han podido resistirse a presentar un superdeportivo cada seis meses. Tanto que ya cuesta seguirles la pista.

Por citar lo último de lo último, dejo aquí muestra de lo que tan sólo unos pocos y recientes años han dejado en mi retina. A modo de ejemplo.
Ferrari es Ferrari y tras el Enzo, esa aberración aerodinámica, se sacó de la manga un FXX sólo reservado a Michael Schumacher y tres o cuatro amigos, para luego insistir con sus series “Challenge Stradale” en cada cosa que producían.
Tras el 458 Italia para "nuevos ricos", el americano California y el no-sé-qué FF, ahora nos salen con el maravilloso F12, un coche muy real aunque exclusivo que merecía ser tomado con calma y analizado en detalle, pero al instante nos sacuden con el “LaFerrari”, que pregunto yo: ¿Qué pasa? ¿Se les han acabado los nombres?

Porsche, por su parte, nos lanzó a un laberinto calificativo con sus GT2, GT3, GT3R, GT3RS, RS Cup, G2T3-Hundido y compañía. El 911 Turbo S parecía quedarse corto. Ahora andan ultimando el 908 híbrido de carreras. Lo de Lamborghini ya ha sido la fiesta padre. El Diablo tuvo su versión SV (superveloce), como la tuvo el Murciélago que lo jubiló. Pero es que el Gallardo, llamado baby lambo, ha tenido hasta cinco encarnaciones: Valentino Balboni, Superleggera, LP560-4, Performance y Trofeo Stradale. Pero lo mejor llegó con el Reventón. Ese coche que parecía un avión de combate sobre cuya base se desarrollo el Aventador, que ya asusta por las carreteras de los países más pudientes. Pero es que la guinda del pastel la puso el Jota. Otro ejercicio de diseño tan atractivo como innecesario.
Y McLaren, durante unos años sólo latente viviendo –o malviviendo según se mire- de las rentas volvió a la palestra con el extraordinario MP-12C (precioso nombre, por otra parte…) y ahora golpea de nuevo con el P1.

Mercedes anda con sus Black Series a vueltas y con el SLS que aunque no llega a la categoría de “supercoche”, no le anda muy a la zaga. El SLR772 sí que lo era, de puro excesivo. Hubo un roadster Sterling Moss, pero no pasó de concept.

Las marcas minoritarias, subiendo el ritmo. Si Koenissssegggg y Pagani habían sobrevivido con un solo modelo la mayor parte de su historia, ahora presentan nuevos coches y evoluciones cada año. Y desde el otro lado del charco llega Saleen a tocarles las narices. Pero es que los pequeños artesanos de este segmento están a la que salta, con ejemplos hasta en nuestra propia piel de toro, como el GTA Spano o el Aspid. Muy-muy minoritarios y prácticamente inclasificables, sobre todo este último, a medio camino entre un Gumpert Apollo y un Ariel Atom, que son otros dos pseudo-súper-deportivos. Puesto que he mencionado ya un par de marcas inglesas, me parece justo incluir a Noble, aunque de un tiempo a esta parte, figuren aún anclados en los 90. Y si seguimos por los brits, ahí esta el Aston Martin One77, una auténtica escultura con ruedas y quizá por el único que yo pagaría su precio.
Y así de renombre, parece que tan sólo BMW es la que parece que aún no se presta a este juego, pues el i8 no se sabe muy bien qué es, la reedición del M1 no acaba de cuajar y el M3GTS lo doy como una evolución de un coche ya de por sí evolucionado. Los “M”, son otra cosa.

Pero las generalistas también se suben al carro. Renault parece dispuesta a resucitar el Alpine y Honda ya ha enseñado lo que será el nuevo NSX del vigésimo primer milenio. El Survolt de Citroen quedó en hoja de estilo mientras que el Onyx de Peugeot puede que corra la misma suerte, pues el SR1 se ha pensado como algo más mundano. En Nissan, cada poco sale un GT-R Spec-B, Spec-C… y ya sólo nos falta el Spe-tec, con suministro de fuet de por vida.
Los americanos, salvo los mencionados de Saleen, son más tranquilos, y se conforman con las versiones ZR1 y Z06 de su icónico Corvette.
Alfa Romeo renueva el exterior de su 8C con carrocería fuera de serie llamada Disco Volante.
Audi se entretiene evolucionando su R8 ahora disponible en versión Plus o con enchufe, llamado e-tron y que tal vez algún día, se ponga a la venta. De momento Ironman ya tiene el suyo.
Pero no acabo ahí con el grupo Volkswagen, pues ellos parecen tener la culpa de esta nueva eclosión de superdeportivos, y es que intensificaron el fuego con el lanzamiento del inconmensurable Bugatti Veyron, que realmente abrió la veda.

Así las cosas. Son todos los que están pero seguro que no están todos los que son. Y es que ya me empieza a faltar tiempo y memoria.
Antes se usaban estos coches como reclamo ante la marca, pero dada su proliferación, empiezan a perder fuerza y el público general casi los olvida al ratito de ser presentados.

Para acabar, una anécdota ilustrativa. Tras una reciente muestra celebrada, estaba yo en un bar anejo, donde un par de visitantes compartían fotos con otros dos aficionados. Les explicaban el modelo con el que posaban, y al llegar a unos deportivos de estos de campanillas, el colega le espetó a su audiencia “esta es Carmen con el Lamborghini DBS, y este soy yo con el nuevo Ferrari Cayanne”

Ahí lo dejo. Y ahí podrían los fabricantes reflexionar. Creo que deberían dar un poco de tiempo a sus productos para que calasen en el imaginario colectivo como antaño.
Porque incluso de cara a las ventas, aquellos que los pueden pagar –y he conocido a alguno-, no se deciden, pues andan esperando siempre a ver qué sale el mes que viene sumiéndoles así en una espiral sin final.







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