by AUTODOMINIS
EDITORIAL

"Medidas disciplinares"


Concluye el mes de octubre y con él nos despedimos de María de Villota. Valgan unas breves líneas como recuerdo antes de meterme en faena con otra cosa.
No tuve el placer de conocerla personalmente. Sí a su padre Emilio, y también a su trayectoria deportiva. Una carrera difícil en la que le costó despuntar, pero que a base de tesón y buen hacer la llevó hasta lo más alto, la Fórmula 1 como piloto probadora de la escudería Marussia.

A muchos les puede parecer poco, pero que tengan en cuenta que de los millones de pilotos que pueblan los circuitos con más o menos suerte, sólo medio centenar de ellos llegan a la categoría reina del automovilismo. Algo muy meritorio.
Sin embargo, quiso la providencia en forma de camión que la trayectoria de María en esta disciplina fuera insultantemente corta, cuando el primer día con su F1 un accidente casi mortal frustró sus aspiraciones.
Sin embargo, lejos de rendirse y bajar los brazos, como una buena Villota, su lucha siguió por otros derroteros. Un camino en el que decía quien la conocía, se sentía más que cómoda.
Yo en la distancia, me alegraba. Pensé que por fin la piloto había encontrado su sitio.

Por eso me sentí enormemente abatido cuando me comunicaron su muerte. Un año después de haber sobrevivido al accidente casi mortal, que acabó convirtiéndose en mortal con el tiempo. Con nuevos sueños, esperanzas, ilusiones y su parche sexy en el ojo. Menuda putada. Así, dicho en plata.
No soy una persona religiosa pero si lo fuera, andaría cagándome en todo. Yo soy así. Afortunadamente, su familia no, y ha mostrado una entereza loable a fuerza de agarrarse a lo bueno –el año “de regalo” que María vivió tras su accidente, que ahora comprendemos- y el recuerdo de su vida y su obra.
Desde aquí nos sumamos a ello y transmitimos nuestro apoyo a familiares y amigos reservando un pedacito de la memoria del motor para esta piloto irrepetible. Descanse en Paz.

Y de una gran mujer a otra, puntualmente, a la mía. Que si en dotes de pilotaje no le va a la zaga a casi nadie en un circuito, en cuanto a mala leche, adelanta al más rápido en un visto y no visto.
Y es que si hay algo que a mi señora le cabree más que “los lentos del carril de la izquierda” son los atascos. A las siete de la mañana. Provocados por “torpes”.
El caso es que esta semana pasada, en dos concurridas vías de circunvalación de la ciudad de Madrid se montó “la de Dios es Cristo” por las recientes lluvias y el desentreno en estas condiciones de circulación de algún que otro conductor.
Total, un par de alcances “tontos” entre media docena de coches y veinte kilómetros de retención cuando apenas ha salido el sol.

Dado lo abrasivo mentalmente de la situación a mi chica se le ocurrió una posible solución: todos los que pasemos por el lado de los “incidentados”, deberíamos darles una colleja. Así seguro que la próxima vez ponen más atención… o no se estrellan en hora punta.
Obviamente yo no soy partidario de la violencia, pero en según qué caso, sí que se podría contemplar alguna suerte de medida disciplinar.

Quizá, una vez analizado el daño particular y el general, y cuando este segundo supere con mucho al primero, la Guardia Civil podría -una vez identificado el culpable- imponer un Via Crucis inmediato. Un buen sombrero con orejas de burro, un chaleco reflectante con la leyenda de “Sí, he sido yo” o una cura de humildad haciéndole ir ventanilla por ventanilla pidiendo perdón a todos los conductores que, a pesar de haber madrugado una burrada, van a llegar tarde a trabajar por su culpa.

Sólo es una idea, y en realidad tampoco lo digo en serio (o no mucho). Sé que a nadie le hace gracia empezar el día con un bollón en la chapa. Pero con esto quiero hacer ver que no vamos solos en la carretera y, que aunque de manera colateral, tu parachoques hundido y piloto roto lo van a sufrir cientos de personas esa mañana.
Por ello, por favor, ve con cuidado en horas de tráfico denso, primero por ti y luego por tus “compañeros”, aguza los sentidos y suma prudencia a la prudencia con climatología cambiante como la que se nos viene encima debido al otoño y posterior invierno. Si a pesar de todo la mala suerte quiere que des con tu morro en el culo del precedente, para en la cuneta, porque quedarte bloqueando un carril aparte de ser multa, es una auténtica faena para la fluidez del tráfico de la carretera.

Y si aún así, ni por esas, no os extrañe ver cómo en el próximo embotellamiento, una rubia delgadita y furibunda se baja a vuestro lado de un Bmw negro y os suelta, con la mano diestra, una sonora colleja.






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