by AUTODOMINIS
EDITORIAL

"Tristes gajes del oficio"


Cuando todos estábamos pendientes de la lucha interna por el campeonato en Mercedes y en adivinar cuál sería el próximo destino de Fernando Alonso, sobrevino la fatalidad.
A muchos ya se les había olvidado.
Tras décadas sin muertes en los circuitos de Fórmula 1 y a años del último “susto gordo” que vino en forma de muelle sobre la cabeza de Felipe Massa, una curva empapada y una grúa en el último Gran Premio de Japón, puso de nuevo de relieve la peligrosidad de este deporte.

Muchos ven en el accidente de Jules Bianchi una terrible coincidencia. Un coche siendo retirado, doble bandera amarilla, la lluvia arreciando… pero la realidad es que esta gente se juega la vida cada vez que se ponen al volante de un F1.
Por mucho que haya evolucionado la seguridad de los monoplazas, la seguridad de los circuitos y la prudencia de la Dirección de Carrera, el peligro sigue ahí, en una curva, una tarde gris de otoño en Suzuka.
Algunos se han quejado de lo conservador de la FIA a la hora de suspender carreras o retrasarlas por factores coyunturales –recuerdo la hora larga de suspensión en Mónaco para cambiar un mísero guardarrail abollado- pero en el fondo, a pesar de que en este deporte prima el espectáculo, también se trata de que nadie se haga daño, o mucho daño. Esto no es NASCAR, quien quiera accidentes, que los busque entre los videos rusos de Youtube.

Ahora, por supuesto, tras el accidente se busca mejorar “protocolos” de seguridad, y lo que queda claro es que no volveremos a ver una grúa retirando un coche con el resto de corredores en pista. La pena, al igual que sucede con todos los accidentes graves, es el precio que se paga por la enseñanza.
Un importe que en su día se llevó por delante a Ayrton Senna, y al simpático Marco Simoncceli si hablamos de los últimos años y de MotoGP, una disciplina que también “tributa” lo suyo.

Pero si nos referimos al coste, creo que el montante ya resulta dramáticamente excesivo para la pequeña escudería Marussia. Perdimos a nuestra María de Villota a consecuencia de las lesiones tras un fatal encontronazo contra otro vehículo industrial que tampoco debía estar allí, y ahora, Jules se queda en la cuneta.
Pronto, los más morbosos, les han colgado el San Benito de equipo maldito, lo que desde luego no ayuda a superar su dolor. Ni deja tranquilo a Max Chilton, el segundo hombre que les queda y que probablemente disputará los Grandes Premios hasta final de temporada en solitario.

Quien no está sólo es el piloto francés de 25 años que aún sigue ingresado grave, pero estable, en un hospital de Japón. Cuenta con todo el apoyo del mundo del motor que cruzamos los dedos porque se aferre a la vida y su fortaleza y juventud le permitan aprovechar esa pequeña posibilidad que existe para su recuperación total.
Ojalá el año que viene podamos ver, aunque sea en el box, a Bianchi (y Schumacher, que no me olvido) estrechando manos con sus amigos y recordándoles que si a partir de ya, conducen más seguros, es gracias a él.





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