by AUTODOMINIS
EDITORIAL

"La Mafia de la Bayeta (sucia)"


Quien me conoce bien sabe de mi obsesión por conducir coches limpios.
Los coches de prensa que cada semana conduzco se lavan casi a diario y los de uso personal una vez por semana. Incluso cuando llueve.
Es por ello que ante la más mínima mota de polvo en mi parabrisas (no digamos ya caca de paloma o insecto estrellado) busco denodadamente trapo o paño para solucionar el manchurrón por mí mismo, o trapo o paño ceñido a la mano de algo o alguien que me lo limpie. Por ejemplo, un limpiacristales apostado en un semáforo.
Con el tiempo y con la costumbre acabé por dar siempre con el mismo en el mismo lugar de la ciudad de Madrid. Os juro que intentaba llegar al semáforo siempre en rojo para que “Toño” lustrara mi cristal como es debido a cambio de unas pocas monedas. El chico, tullido y con pinta de “estar pasándolo regular” era todo sonrisas, celeridad y buen hacer. Tenía otros compañeros que, según me han contado, también daban tan buen e indispensable servicio en otros puntos de la ciudad.
Pero pasaron los años y cambié de ciudad y cuando volví, cambié de ruta, pero no varié mi costumbre. Los que sí que han mutado han sido los limpiacristales.

Ahora, circulas por cualquier vía de la capital y los ves al acecho en cada parada como quien espera su presa: alguien débil o un miembro rezagado de la manada.

Entonces, una vez identificado y sin mediar palabra, gesto ni casi mirada, saltan sobre tu capó con un palito con esponja cochambroso y, por mucho que tú les digas que no, algún restregón te llevas seguro.

Y esto, como digo, es cuando les dices que no. Que si eres tonto de remate como yo –o crees que nada ha cambiado- y les dices que sí… estás perdido. Tanto que puedes llegar a incurrir en situaciones absolutamente surrealistas como la que hoy he vivido yo.

Como digo, a cada semáforo, hay uno. Generalmente gitanos rumanos de esos que no quiere Sarkozy y que a nosotros, más papistas que el Papa, parece que nos encantan. Paso uno, dos, tres… casi me paro pero me lo salto en ámbar, digo que no al siguiente pues se va a abrir el disco y al quinto, que golpea mi ventanilla con insistencia, le digo que vale, aunque vaya con el coche recién lavado. En esto que mientras uno se pone por delante, el del semáforo precedente me sorprende por detrás afeando la conducta a mí y a su compañero (compañera, con pañuelo y cojita, en este caso), golpea mi puerta y yo le digo que limpie el cristal de atrás si eso, y todos contentos. Pero entre la discusión y la confusión el tiempo pasa y el semáforo se abre. Ambos acuden a mí para cobrar los servicios metiéndome prisa y obstaculizando la marcha de los coches de alrededor. Vale, un euro para ti y el otro para tu compañero. Arranco y descubro que la visión resulta imposible a través de ambas lunas, tentado estoy de pedir que me solucione la papeleta el “limpia” del semáforo siguiente. Pero no. Decido continuar sacando la cabeza por la ventanilla hasta la gasolinera más próxima. Esquivo el trato con 243 limpiacristales más en mi camino. Me insultan en un rumano depuradísimo.

Por fin llego a una comida con compañeros, les comento el sucedido e intercambiamos opiniones e informaciones. Que si están organizados rollo mafia, que han echado a los limpias de siempre, que mucho cuidado con cabrearles, que ellos –mis amigos- hasta les dan dinero para que no se acerquen a su cristal, que pobrecitos los ancianos y las señoritas solas que son presa fácil… y tal.
Una lástima.
¡Yo que hasta en su día propuse que los subvencionara el ayuntamiento como servicio público! Ya sabéis, al estilo de los “gorrillas” del sur que te buscan aparcamiento y te “vigilan” el coche. Con carnet, horario y uniforme. O la genial idea de los "vendedores" de la controvertida “La Farola”.

Pero ahora, una inocente y útil actividad se ha convertido en otra forma más de mendicidad. En ocasiones violenta y frecuentemente organizada, añado.
No diré nada de raza ni procedencia, que aquí “todos somos muy colegas de todos”… hasta que te dan por el culo, pero como ciudadano y usuario me siento afectado. Y no seré yo quien pida una ley que regule o coarte la actividad, sólo le pido a los conductores que vayan con cuidado y no acepten el chantaje a cada semáforo en rojo. Que sí, que los tiempos están muy malos, que pobrecitos y que qué-dolor-qué-dolor-qué-pena-que-Mambrú-se-fue-a-la-guerra, pero sufragar esta actividad ya viciada en su mayoría puede que nos depare a todos problemas más allá de un parabrisas opaco tras un implacable acoso, y que el Cristasol está a 1,20 en Mercadona. Y te regalan una bayeta. Limpia.





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