"Escoja su talla"
Muchos de los fabricantes actuales parece que en lugar de ofrecer distintos modelos en su gama, ofertan el mismo… pero de distinta talla.
Hace cerca de 20 años leía un artículo sobre los coches del futuro, y en él se nos hablaba de que lo más probable es que “allá por el año 2020” los coches se venderían como chasis motorizados a los que cada usuario les podría acoplar distinta carrocería en función de sus gustos y necesidades. Algo al estilo de lo que hacían las grandes marcas de antaño en los primeros años de su historia (Rolls Royce, Bentley, Pegaso…) pero de una manera más asequible.
Bien, pues a dos años escasos de ese entonces “lejano” 2020, el futuro ha llegado.
Pero no lo ha hecho exactamente de la manera descrita, en la que un usuario llevaba su coche berlina al concesionario a ponerle la carrocería SUV compatible de cara a las vacaciones. No, como esta fórmula parecía complicada y poco rentable (como los paneles intercambiables del primer Smart, que fueron un fracaso) las marcas han decidido darnos lo mismo pero con el trabajo ya hecho.
El “chasis comodín” ahora se llama “plataforma modulable”, y pobre del fabricante que hoy en día no lo tenga. Sobre ella se alojan dos o tres mecánicas con, merced a la electrónica, distintas potencias. Es la carrocería la encargada de brindarle su identidad al coche, pero ojo, ofreciendo un aire claro de familia. Tan claro a veces que determinados coches vistos a cierta distancia parecen los mismos para el ojo lego… e incluso el más experto.
En esta variedad de carrocerías residirá la variedad de tallas: urbano, SUV urbano, compacto, SUV compacto y SUV de siete plazas. Todos saliendo de la misma línea de montaje destinados a cubrir cuantos más nichos de mercado, reales o inventados, mejor.
De puertas adentro, de nuevo sólo el tamaño los distingue. Diseño de la consola, mandos, pantallas, acabados y equipamiento de serie u opcional es el mismo.
Con esta práctica, las marcas fabrican muchos modelos de manera bastante económica y, sobre todo, les otorga una oportunidad impagable de desarrollar productos en tiempo record para dar respuesta a gustos y modas del público del momento.
El consumidor, por su parte, recibe una cantidad enorme de alternativas asequibles dentro de la propia marca y la posibilidad de cambiar de modelo cuando cambien sus apetencias o necesidades sin cambiar realmente de coche. E incluso también cambiando de marca en base a las sinergias de grupo que hoy se estilan.
La denominación al menos sí que es distinta, aunque al ritmo que vamos no me extrañaría que también eso se pierda y se añada un apellido con su tallaje, tipo M, L, XL o XXL (para el púbico norteamericano).
A mí este fenómeno ni me va ni me viene, pues siempre trato de comprar lo “original”, aunque reconozco que en casa sí que tenemos algún “derivado” aparcado en el garaje.
Todo lo que sea sumar opciones bien está, pero la pena que me da es la pérdida de imaginación que implica por parte de las marcas, que se limitan a ampliar o reducir un producto de éxito constatado. Parece que ya no lo quieran o no lo sepan hacer ni nuevo ni mejor, sino más grande, más bajo, más alto o más pequeño.
Me decía un amigo diseñador industrial que, a este paso, en tres años los coches se diseñarán con los filtros de licuar del Photoshop. Veremos.
Bien, pues a dos años escasos de ese entonces “lejano” 2020, el futuro ha llegado.
Pero no lo ha hecho exactamente de la manera descrita, en la que un usuario llevaba su coche berlina al concesionario a ponerle la carrocería SUV compatible de cara a las vacaciones. No, como esta fórmula parecía complicada y poco rentable (como los paneles intercambiables del primer Smart, que fueron un fracaso) las marcas han decidido darnos lo mismo pero con el trabajo ya hecho.
El “chasis comodín” ahora se llama “plataforma modulable”, y pobre del fabricante que hoy en día no lo tenga. Sobre ella se alojan dos o tres mecánicas con, merced a la electrónica, distintas potencias. Es la carrocería la encargada de brindarle su identidad al coche, pero ojo, ofreciendo un aire claro de familia. Tan claro a veces que determinados coches vistos a cierta distancia parecen los mismos para el ojo lego… e incluso el más experto.
En esta variedad de carrocerías residirá la variedad de tallas: urbano, SUV urbano, compacto, SUV compacto y SUV de siete plazas. Todos saliendo de la misma línea de montaje destinados a cubrir cuantos más nichos de mercado, reales o inventados, mejor.
De puertas adentro, de nuevo sólo el tamaño los distingue. Diseño de la consola, mandos, pantallas, acabados y equipamiento de serie u opcional es el mismo.
Con esta práctica, las marcas fabrican muchos modelos de manera bastante económica y, sobre todo, les otorga una oportunidad impagable de desarrollar productos en tiempo record para dar respuesta a gustos y modas del público del momento.
El consumidor, por su parte, recibe una cantidad enorme de alternativas asequibles dentro de la propia marca y la posibilidad de cambiar de modelo cuando cambien sus apetencias o necesidades sin cambiar realmente de coche. E incluso también cambiando de marca en base a las sinergias de grupo que hoy se estilan.
La denominación al menos sí que es distinta, aunque al ritmo que vamos no me extrañaría que también eso se pierda y se añada un apellido con su tallaje, tipo M, L, XL o XXL (para el púbico norteamericano).
A mí este fenómeno ni me va ni me viene, pues siempre trato de comprar lo “original”, aunque reconozco que en casa sí que tenemos algún “derivado” aparcado en el garaje.
Todo lo que sea sumar opciones bien está, pero la pena que me da es la pérdida de imaginación que implica por parte de las marcas, que se limitan a ampliar o reducir un producto de éxito constatado. Parece que ya no lo quieran o no lo sepan hacer ni nuevo ni mejor, sino más grande, más bajo, más alto o más pequeño.
Me decía un amigo diseñador industrial que, a este paso, en tres años los coches se diseñarán con los filtros de licuar del Photoshop. Veremos.