by AUTODOMINIS
EDITORIAL

"Y ahora, esto."


Por si ya fuera poca dificultad el ir saliendo de una pandemia que aún colea y afrontar la crisis económica subsiguiente que hace que cada día todo cueste más, ahora nos topamos con una guerra.
Y a las puertas de la Unión Europea, ni más ni menos. Y "sin comerlo ni beberlo", como diría aquel ni haber digerido aún lo que nos ha tocado "tragarnos" en los últimos tiempos.

Algunos pensaron que, tras vivir casi dos años “al ralentí”, la cosa no podía empeorar y que, a base de tiempo y esfuerzo más pronto que tarde tendríamos una vida similar, o incluso igual, que antes de 2020.

En nuestro sector, el de la automoción, aunque la cosa nunca se llegó a arreglar en ventas y había que seguir sorteando palos en la rueda en forma de legislaciones “eco” suicidas, carestía de los combustibles e impuestos, se iba avanzando a un ritmo moderado pero constante. Lanzamientos, presentaciones, concepts, salones, nuevas tecnologías, motorsport… estábamos de nuevo en el camino.

En general no nos iba bien pero tampoco mal, pues manteníamos algo muy importante: la fe, el ánimo o las ganas de “salir p´alante”

En esto que llegó Putin y, tras unas semanas que muchos creyeron de farol con juegos de guerra en el Dombass, se lanzó por fin a invadir Ucrania por las malas en el marco de una “Operación militar especial”, injustificable desde todo punto de vista por mucho que tuviera alguna razón para ello, si es que de verdad la tenía.

Ya lo hizo en Georgia, Kazajistán y en Crimea y, aunque se le afeó la conducta –de manera tibia, ciertamente- en esta ocasión la cosa cambia y tanto la UE como USA, tras el susto inicial, han preparado contra Rusia una batería de sanciones durísimas de aplicación inmediata. Unas sanciones que, conocidas grosso modo pues no se han detallado en exceso, son un arma de doble filo presto a lacerar, aún más, nuestra economía en general y a nuestro sector en particular.

No hablo sólo de las marcas de vehículos que han abandonado su operativo de manera temporal en el país, una manera elegante de decir “cerramos hasta ver qué pasa”, sino de toda la industria periférica que se mueve en torno a la automoción. Me refiero a materias primas –acero, níquel, tierras raras necesarias para los coches eléctricos…- y por supuesto a combustibles. Tanto el petróleo que mueve el transporte como el gas que alimenta las turbinas de las centrales térmicas de ciclo combinado de las que depende la luz de buena parte de Europa. Incluida la de las factorías que fabrican nuestros coches.

Las consecuencias económicas de estas sanciones para los propios países sancionadores ya se irán viendo. Tal vez escasez, más que probables recortes de producción, casi seguro que incremento de precios…, pero el daño moral ha sido inmediato. La sensación de “salirnos de Guatemala para meternos en Guatepeor” cunde en el ramo mientras al mismo tiempo nos esforzamos por adaptarnos a una nueva-nueva-normalidad… hasta que nos la cambien. Otra vez.

Ojalá la guerra termine pronto. Que los ucranianos desplazados puedan volver a un país democrático en paz y se de un imprescindible y auténtico relevo político en Rusia. Y que se dejen de censurar medios de un y otro lado, aunque no nos gusten, que eso es casi tan peligroso como la propia contienda.

Entretanto, que a los ciudadanos de a pie nos dejen respirar para tomar algo de aliento para la siguiente, que a buen seguro nos vendrá. Pues, como dice una parte de una famosa maldición china, vivimos “tiempos interesantes”.





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