by AUTODOMINIS
EDITORIAL

"Trece años y medio"


13,5 años es la antigüedad media del parque automovilístico español. Una longevidad que no sólo supera la marca europea, sino que no deja de crecer año tras año.

Cuando se publicó dicho dato, y referente al año 2021, la verdad es que me sorprendió entre poco y nada. Ni siquiera ese aumento de 0,4 años entre la anterior medición (2018) y esta me hizo arquear una ceja. Es lógico. Venimos de un periodo convulso por no decir terrorífico y cada indicador del estado de la economía familiar, y este lo es, tiene que salir forzosamente mal.

Pandemia, crisis de microchips, guerra de Ucrania… son lo sospechosos habituales a los que se quiere culpar de esta situación, de hecho, junto con la crisis climática, son a los que se quiere achacar todos los males que sufrimos en general en el mundo-mundial. Sin embargo, sin negar la relativa incidencia de los mencionados, yo me atrevo a añadir un alguno más que hacen que los españoles mantengamos nuestros vehículos hasta que prácticamente se les caigan las puertas de puro viejos. Y no me los invento, sino que surgen de las preguntas de muchos interesados en los diversos consultorios de motor que atiendo.

Uno de los factores que me encuentro como obstáculo ante la decisión de alguien de cambiar de coche es la inseguridad normativa. En Europa y en España. Algo que incluso a mí me lleva a no saber qué aconsejar. ¿Diesel? Si dicen que va a desaparecer. ¿Gasolina? Pero consumen más y es el primer combustible que sube cuando suben todos. ¿Híbrido? Pero no son “0” y dicen que también se van a dejar de vender. ¿Híbrido con enchufe? Si es que sirven para poco y por lo que cuestan… no se si va a compensar. ¿Eléctrico? ¿Y lo podré enchufar si ahora me están diciendo que hay que ahorrar energía subiendo la temperatura del aire acondicionado y bajando la de la calefacción?. En fin, un sinsentido tras otro que mucha gente resuelve quedándose con su coche viejo hasta que las cosas se aclaren… si es que se aclaran algún día. Añadiré asimismo que apostar por las “nuevas tecnologías” implica un desembolso realmente importante en la adquisición, y las "ayudas", que las hay, llegan poco y mal, mostrándose ineficaces como acicate para el sector.

A ello se le suma la inestabilidad económica. No son pocos los profetas del apocalipsis que vienen vaticinando desde hace algo menos de un año una crisis “de tomo y lomo” cuya profundidad será tal, que la de 2008 a su lado quedará en simple traspiés. Y no seré yo el que lo niegue, pues las cosas no van bien y hay muchas posibilidades de que vayan a peor, y son a esas posibilidades a las que se agarran aquellos practicantes del axioma “Virgencita, que me quede como estoy”, procrastinando sin fecha el cambio de su automóvil ya mayor.

Con sólo estos dos motivos, regulaciones confusas e incertidumbre, ya bastaría para que muchos de nosotros nos echásemos para atrás a la hora de afrontar un gasto de un montante tan grueso como es la adquisición de un coche nuevo. No entraré en las posibilidades de renting y leasing porque son harina de otro costal, y no porque no sean un buen invento, sobre todo para las empresas de renting y leasing, sino porque no es un producto para toda la gente.

Y hablando de gente, hablaré de unos pocos cuyo motivo a la hora de no renovar su coche es otro, pero que me parece muy válido: la sensación de llevarse menos por más.
Sí, a ver, los coches de hace 13,5 años contaminan más, tienen algo menos de seguridad (sobre todo activa) y pocas posibilidades de conectividad, pero ni de lejos, si se han cuidado a lo largo de su vida, son ninguna porquería.
Y sus equivalentes actuales, salvo en los términos mencionados (contaminación, seguridad, conectividad) son mucho más caros y ofrecen bastante menos en términos de “automovilismo puro”.

En cierto que en la actualidad se nos ofertan un buen puñado de mecánicas eficientes pero carentes de encanto, chasis de “todo a cien” (modulares o “comodín”), componentes basados en la economía de escala y el ahorro de costes y materiales con muy buena apariencia pero de inferior calidad. También la incorporación masiva de tecnología trae aparejados ciertos problemas de fiabilidad, por no hablar de los equipamientos de suscripción, algo que algunos están descubriendo –para mal- cuando su navegador o su control por voz de repente deja de funcionar.

Por supuesto, insisto, a nivel de sistemas de asistencia y tecnología de comunicación, efectivamente, no hay color. Pero para la gente a la que le importe un comino esta cuestión… pues mira, se quedan con su coche viejo aunque bueno “hasta que me amenacen con meterme a la cárcel si no lo cambio”, como me decía el otro día un seguidor espantado tras intentar cambiar su BMW 330i de 2010 por otro nuevo “similar”.

Lo que me invita a valorar esta motivación como causa, anecdótica pero válida a su vez, de los “matusalénicos” coches de los españoles.

Incluye por fin lo antedicho de la guerra, las materias primas, el precio de la luz inflación y demás villanos y seguro que tú tampoco te sorprenderás cuando el siguiente informe no diga, irremediablemente, que la edad media del parque móvil español ha ascendido a los 13,9 años. ¿Soluciones? Pues sinceramente, no lo sé, pero menos y mejores políticos y más y mejores coches sería un buen principio.
¿No crees?





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