by AUTODOMINIS
EDITORIAL

"Porsche: Impostura, fracaso y decepción "


Una de las marcas más legendarias de nuestro continente viene construyendo su nueva estrategia de error en error y, lejos de reaccionar, insisten en seguirse equivocando.
La historia de Porsche de los últimos años se podría resumir en tres palabras: impostura, fracaso y decepción.

Impostura porque Porsche se creyó Ferrari, queriendo aumentar de manera artificial y estratosférica tanto el precio de sus coches como el valor de su empresa –acciones- en el mercado continuo. Que no seré yo quien diga de los primeros que sus coches no sean piezas de alta ingeniería y de los segundos que estén sobrevalorados, pues rezuman una pasión y un arte que debe ser pagado. Pero sí diré que sus compradores son algo distintos y, que al intentar por parte de los alemanes asimilarse a los italianos, muy probablemente alguno de sus potenciales compradores haya decidido pasarse a la marca del caballo rampante. O similar.
Oye, que una vez metidos en tales cantidades de dinero, pues en lugar de un 911 Carrera GTS te “pillas” un Ferrari Portofino M que sale casi por lo mismo… Y “tan ricamente”.
Lo del valor de la compañía en bolsa nos lleva al segundo término, el fracaso de su actual gama de modelos.

Eliminar las versiones diesel del Cayenne era un pérdida calculada. Desaparecido el nicho de “nuevo rico” que trajo el boom del ladrillo años atrás, y abrazadas las nuevas reglamentaciones anticontaminación, el deportivo SUV a gasóleo tenía las horas contadas. Además, con ese movimiento se podía satisfacer a los puristas que en su día se rasgaron las vestiduras al ver una “D” sumada a la denominación de un coche de la marca. Lo que pasa es que el Cayenne también perdió sus capacidades 4x4, que las tenía, convirtiéndose en un SUV deportivo más, incluso cupé, pero sin la exuberancia y exclusividad de un Lamborghini Urus, con el que por cierto, está emparentado. Y que el Cayenne sea más eco, sostenible y resiliente, tampoco ha significado suficiente atributo diferencial para mantenerse en boga en un segmento, el de los SUV grandes-de lujo, que está en claro retroceso.
Así, las ventas del modelo se han ido reduciendo poco a poco en el último lustro. Y bueno, nada que ver con las tenía hace quince años…

Eliminar el 718/Boxster/Cayman ha sido un completo tiro en el pie, pues en contra de los que muchos piensan, no fue el Cayenne el que tiempo atrás recuperó las arcas de la marca, sino el Boxster.
Un deportivo pequeño, ligero, bien fabricado, bien motorizado y bien ubicado en la gama por tamaño y precio. Era el Porsche que debías tener… siendo un poco indulgente con su estética de los primeros años, claro. Al final de su vida, sus versiones punteras eran tanto o más apetecibles que un 911, que no hacía más que crecer en tamaño, peso y complejidad.
¿Qué no se podía convertir a la nuevas normas absurdas de la UE? Por favor, ¡Que sois la Porsche! Estoy convencido de que, de haber querido, algo se les hubiera ocurrido. Pero no, han anunciado que su sucesor será eléctrico, con escaso o nulo interés por parte de su público.

Lo que nos lleva al caso del Macán, un modelo que funcionó estupendamente bien desde su lanzamiento, pero que sufrió el mismo proceso de boicot que el Cayenne/718. Primero se eliminó el motor diesel para luego eliminar paulatinamente los térmicos por completo, hasta sacar una única versión eléctrica al precio de dos Tesla Model Y. Así, donde antes vendían 1.000 “macanes” normales, ahora venden 7 de los nuevos. No son las cifras exactas, pero la proporción sí es aplicable.

Siguiendo la gama eléctrica nos tenemos que detener en el Taycan, el que abrió el fuego, el camino, el principio… del fin.
Durante un tiempo el modelo se vendió bien. Su tecnología puntera, sus prestaciones deportivas y el prestigio de la marca le otorgó un relativo éxito inicial. Pero una vez superada la novedad… Los concesionarios de la marca tienen enormes problemas a la hora de cumplir con sus cuotas de “Taycanes”. Ya pocos preguntan por él, y quien pretende uno, acude sin dudar al mercado de ocasión donde puedes conseguir unidades con menos de cuatro años a mitad de precio. Porque, como todos los modelos eléctricos de cierto empaque, el Taycan se devalúa a la velocidad de la luz.

Vamos con el 911.
El buen e icónico 911 es, hoy por hoy, un “barco” híbrido con un 80% más de tecnología de la que les gustaría al 90% de sus interesados, y un 50’% más de precio que la versión equivalente de hace quince años. Así se están revalorizando los 911 usados… He visto 911-991 con diez años por los que piden casi lo mismo que costaban nuevos. Un despropósito.
Por supuesto es un coche fantástico pero, como ya dije, si simplemente buscas un deportivo espectacular símbolo de status, igual te sale a cuenta mirar en otras marcas “de campanillas”.
Y sus ediciones especiales aunque llamativas, no dejan de ser anécdotas. Meras llamadas de atención sobre un modelo épico que corre el riesgo de convertirse en una opción más. Sin más.

Acabo con el olvidado Panamera que, probablemente, sea el Porsche con el precio/valor más ajustado de la marca. No obstante es grande, caro y no despierta pasiones. Al menos nuevo, porque de segunda mano sí que se vende bien. Sobre todo sus versiones diesel, para disgusto de su fabricante.

Y si hablo de disgusto, tengo que hablar de lo que sentimos todos los accionistas de la marca entre los que yo, sin ser “fan”, me encuentro.

Ese disgusto viene dado tanto por la abultada y constante pérdida de dinero como por la decepción que provoca el ver cómo la marca insiste en el error. Ya hemos dicho que los propios distribuidores insisten en no asumir más Taycan, que el modelo está “muerto”, pues nada, la marca saca restyling y nuevas versiones por las que nadie había preguntado.
El desbarajuste que en sus cuentas provocó el cese del 718 y el poco interés que ha despertado su sustituto eléctrico no ha planteado la posibilidad de un Boxster/Cayman térmico mejorado. Como si estuvieran en shock -más cuando las ventas de EV se han estancado-, simplemente no saben que hacer, demostrando una nula capacidad de respuesta y cintura a la hora de esquivar obstáculos e implementar cambios.



Porque según se lee entrelineas en las comunicaciones que nos llegan a los accionistas, parece que hay dos corrientes en la dirección de la marca: una que ha comprado el “wokismo” suicida de la UE y confía en salvarse a base de ayudas, y otra que apuesta por la estrategia de ganar más vendiendo menos apoyándose en la herencia y prestigio de la marca. Y las tarifas infladas, claro.
Entre medias hay algunas voces disonantes que entonan el “ay madre, ay madre la que estamos liando” pero que no pueden hacer nada y, dudo que si pudieran, tuvieran claro cómo volver a la senda correcta.
Conclusión I, “nadie al volante”. Conclusión II: el valor de la compañía se viene hundiendo desde hace tres años.

Es un tiempo incierto para una marca tan señera como la Porsche. Algunos vaticinan un destino similar al de Maserati: lenta agonía hasta una apetecible venta a capital asiático. Veremos lo que decide Volkswagen, que tampoco atraviesa su mejor momento.
Yo creo que Porsche aún está a tiempo de reaccionar. Si durante décadas fueron capaces de cuidar la esencia del 911 original, no les debería costar recuperar el espíritu de la marca, aún a costa de hacer presión ante los legisladores o pagar multa,s como han decidido hacer otros.
Pero para hacer algo, hay que saber qué hacer y, lo más importante, querer hacerlo.





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