by AUTODOMINIS
EDITORIAL

"Piloto automático"


Los sistemas de asistencia al conductor cada vez nos hacen más prescindibles en nuestro propio automóvil.
Era obvio. Todos en la prensa del motor intuimos cómo la conducción autónoma se nos venía de frente al albor de la incorporación y mejoras en los sistemas de asistencia de última hornada. Puesto que si un coche es capaz de medir la distancia con personas y objetos, puede accionar los frenos en caso de emergencia, controlar la dirección para no salirse del carril, leer las señales de las cunetas y circular controlando en todo momento la velocidad en función del tráfico… ¿qué falta le hacemos nosotros?. En serio, hay coches de prensa de esos que “vienen con todo” en los que me he sentido gran parte del tiempo no más que un pasajero con un apoyabrazos en forma de volante sobre el que reposar la manos.

Hace pocas fechas un grupo de periodistas viajó de Los Ángeles a Las Vegas en un Audi A7 totalmente autónomo –Jack, creo que le habían bautizado-. Y fue un éxito rotundo, un prodigio de la autonomía en sentido estricto, el verdadero viaje en auto-móvil, diría yo, pero superado el furor inicial, tanta historia… ¿para qué?
¿Que no hay autobús, tren, avión o coche con chófer para llegar de la misma manera al mismo punto?

Y es ahí a donde voy, a que no sé a dónde va tanto “automatismo vehicular”.

Sé que hay gente a la que lo mismo le da conducir o no, es más, prefieren que no. Pero dudo que la opción del coche autónomo les llegue a compensar pues, si como parece la última decisión siempre la tendrá el ser humano a sus mandos, puede generar el mismo disgusto y mayores cotas de ansiedad. En serio, conozco a personal con calambres en el gemelo derecho por llevarlo “en guardia” sobre el pedal de freno cada vez que activan el control de velocidad…

Las marcas nos venden las ciudades del futuro, los atascos del futuro, la movilidad del futuro… prescindiendo del conductor pero no del vehículo. Hablando del caso de las grandes urbes, un día yo pregunté, inocentemente, si no sería más oportuno sacar a conductores y coches de la ecuación, con un más eficiente servicio de transporte público. Muchos levantaron una ceja y casi se les caen las dos al suelo tras mi siguiente cuestión: por qué no hacer este transporte colectivo efectivamente autónomo prescindiendo, a las malas, del conductor.
La respuesta fue curiosa: nadie se subiría a un autobús sin conductor. Ni a un tren, ni a un vagón de metro, ni a un avión… (o bueno, tras los últimos y fatídicos acontecimientos, igual sí…). En fin, que el no tener alguien a los mandos generaría enorme desconfianza en los usuarios. Y digo yo, ¿en el autobús sí y en el coche no?
¿la cuestión de confianza tiene que ver con el número de pasajeros? En ese caso… ¿muchas personas solas en muchos coches juntos no equivalen a lo mismo? Y… ¿no desconfiaré yo como “conductor humano” de cada “conductor automático” con el que me cruzo?
No sé. No lo entiendo.

También quedarían por aclarar una serie de cuestiones menores pero de calado, como por ejemplo en el caso de colisión de un coche autónomo… ¿quién tiene la culpa? El fabricante supongo, porque el dueño se lavará las manos en el asunto…
Y el carnet de conducir… ¿hará falta una habilitación especial como supervisor al mando? Desde luego los exámenes de la DGT habrían de cambiar.
Y si le ponen una multa, ¿quién paga?.

Son “flecos” que aun estando disponible la tecnología, faltan por atar.
Pero es lógico, a cada nuevo avance surgen nuevas preguntas que hay que resolver. Eso es el progreso y hasta ahora no nos ha ido mal.
Lo que yo veo es un exceso de ambición en este ámbito de la conducción autónoma, un “lo hacemos porque podemos y punto” sin pararse a pensar en la necesidad, oportunidad ni idoneidad de invento.
Podría pasar por ser la respuesta a una pregunta que nadie ha hecho. Tal y como hoy está planteado, es la solución a una necesidad que no existe.
Disminuir la siniestralidad es el objetivo final, pero hoy por hoy, siempre con una persona como decisor final, no parece fácil lograrlo.

Pero seguro que antes de que mediemos este siglo veremos el desembarco de estas nuevas tecnologías, quizá no su generalización –como ha sucedido con el coche eléctrico, la panacea de hace unos años- pero sí sus primeros pasos serios entre el gran público.
Ahora, espero que cuando sean, sean automáticos de verdad, no como los drones que hoy en día se venden en las jugueterías y que no dejan de ser artefactos teledirigidos, o la Thermomix, que a mí me dijeron que era un robot de cocina totalmente automático y yo, por más que le imploro que me haga un fillet mignon al punto, saque el lavaplatos y luego friegue la encimera… sigue necesitando de manera imprescindible su ingrediente más falible y aún así insustituible: el ser humano.





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