by AUTODOMINIS
EDITORIAL

"Si no lo veo no lo creo"


La Dirección General de Tráfico está desconocida. Sus últimas acciones parece que buscan al fin hacer las paces con los conductores.
Sentí mucho que la propuesta de aumentar el límite de velocidad en ciertos tramos –y bajo ciertas circunstancias- no pasara de eso, de una propuesta. Un brindis al sol políticamente incorrecto que por ello, ya me temía desde que lo anunciaron, no pasaría de ahí.

Sin embargo, la señora Seguí no se da por vencida en su afán por “desdemonizar” el organismo que dirige con medidas como la aplicada en recientes fechas. Hablo de la publicación diaria de los radares móviles de la Guardia Civil, así como su anuncio en la propia carretera.
Pero es que no acababan ahí sus intenciones, y es que prometía situar estos en los tramos realmente complicados y de elevada siniestralidad. Es decir, apostando por las carreteras secundarias “levantando la mano” en las autopistas.
Bueno, vale, ahí quedó eso cuando se dijo y se le dio una credibilidad moderada, aunque todos aplaudimos sus buenas intenciones.

Lo que no me imaginaba es que poco tiempo después, punto por punto vería en la carretera la realidad de lo anticipado. A día de hoy, tanto los radares fijos como móviles de la Benemérita aparecen reflejados cada día en la web de la DGT (podéis verlos en http://www.dgt.es/es/el-trafico/control-de-velocidad/index-radares.shtml) y comprobar, no sin asombro como a mí me ha pasado, que efectivamente, la mayoría de los controles de velocidad portátiles están en carreteras secundarias. Un puntazo.

Pero claro, uno podría pensar “esto va a pasar como con la declaración de la renta de los diputados del congreso, se mira el primer día que lo publican y luego se olvida”. Podría ser, efectivamente, pocos tenemos en la barra de “favoritos” a la DGT, sin embargo, el aviso móvil del radar móvil viene a solucionar esto.

De nuevo, un día a media tarde, circulando por la M-501, un cartel misterioso en la cuneta me sale al paso en un tramo conocido por sus accidentes. “Control de Velocidad”, dice. Y efectivamente, a los pocos metros, hay un coche camuflado con el radar en su morro aparcado en el margen al acecho.
Con esta última comprobación personal doy por bueno lo visto en el telediario: los radares se avisan por activa y por pasiva y se están poniendo en los lugares adecuados. Si no lo veo no lo creo.

Podría ser una medida meramente electoralista, aunque no lo creo, o temporal, por todo el dinero que el organismo está dejando de recaudar y que no tardarán en echar en falta. Sin embargo, sea por lo que sea, lo celebro, no por el relajo que implica al bolsillo del conductor, sino porque parece que aunque tarde, se han dado cuenta que lo que importa, al fin y al cabo, es la seguridad en la carretera, y que este tipo de medidas junto con las campañas pertinentes, ayudan mucho más que el multazo puro y duro y la angustia o simple miedo a la Guardia Civil.

Para que todo ello fuera perfecto, echo en falta algún sistema de señalización del helicóptero Pegasus, un cazador infalible en nuestras carreteras. A lo mejor le podían dotar de luces estroboscópicas rollo OVNI o ponerle en la cola unos canutos de esos que echan humo de colores en las exhibiciones aéreas. No sé, habrá que darle una vuelta porque, en el plan conciliador que está la DGT, igual van y me hacen caso…





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