by AUTODOMINIS
EDITORIAL

"Tunéame la nube"


Hace unos días se nos fue el diseñador quizá más desconocido de los coches más famosos del planeta.
Claro, al hablar de diseñadores de coches a muchos se os vendrán a la cabeza nombres como Pinin Farina, Sergio Bertone, Walter Da Silva, Chris Bangle… y otros tantos autores de joyas que aún hoy circulan por nuestras carreteras.
Sin embargo, yo hoy escribo este editorial para rendirle un merecido homenaje a George Barris. ¿George Qué?, os preguntaréis.

Entiendo que el nombre no os diga nada, pero… ¿Y si os digo KITT?
Efectivamente, el bueno de George fue el hombre encargado de diseñar a nuestro querido “Coche Fantástico”, a pesar de que en la serie nos dijeran que era producto de las “Knight Industries Two Thousand”.

Esa tal vez sea su creación más famosa, pero ni mucho menos la única.
Cuando Hollywood decidió que los vehículos podían ser un protagonista más en sus series y películas, George estaba listo para darles esa personalidad.
Así desarrolló el primer Batmóvil, el clásico de los años 60, o todos los vehículos de la familia Munster (“Los Monster”, por aquí), el Ford Torino de Starsky y Hutch, o la inolvidable furgoneta de El Equipo A.
Todos ellos hacían las delicias de cuantos veíamos la tele en los años 80, una época dorada en lo que a “series con coche” se refiere.
También se le conocen excentricidades como el coche de la Pantera Rosa, un “show car”, como se le conocería ahora, futurista y de un color rosa chicle tan fuerte que haría palidecer a cualquier modelito de Paris Hilton.

Pero este hombre no sólo era capaz de complicar el diseño hasta llevarlo 100 años adelante, también podía volver mil años atrás, como hizo al crear la versión real del mítico Troncomóvil de los Picapiedra en la película rodada con personajes reales a mediados de los 90.

De sus incursiones en la gran pantalla yo me quedo con el amenazador Lincoln debidamente customizado de la película “The Car” (con ese título ya te puedes hacer una idea de lo que te vas a encontrar…), con la estrafalaria ranchera de “Las locas vacaciones de una familia americana” o con el único Hot Rod que yo compraría y que aparecía en el film “The many loves of Dobie Gillis”.

Hizo coches para artistas y hasta fue capaz de atreverse con el moderno Prius.
En fin, toda una vida dedicada a crear autos famosos mientras él, fuera de su mundillo, quedaba en segundo plano.
Por ello, y aunque brevemente, creo que es justo recordarlo por aquí.
Desconozco si George era un hombre religioso, pero si así fuera y ya hubiese ascendido a los cielos, que no le extrañe que a no mucho tardar en cuanto cunda su fama, se le acerque Dios y le diga: “Georgi, majo, tunéame la nube, plis”.






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