Prueba del BMW 318d

Estéticamente la nueva Serie 3 de Bmw nos ofrece poco más que dos pliegues en el capó, unos retrovisores más grandes, lámparas LED y nuevas llantas de aleación. En el interior el cambio es todavía menos acusado, un par de cromados más y mayores posibilidades de equipamiento a nada que saquemos la cartera para pagar sus caros opcionales. Poca cosa, pero al fin y al cabo, es muy difícil mejorar lo que ya era muy bueno.



En motores, Bmw nos vuelve a sorprender con su especialidad: nuevos aumentos de potencia acompañados de importantes reducciones de emisiones y consumo.
Nuestro protagonista cumple de sobra con lo segundo, si bien en lo primero… tiene truco.



Y es que el propulsor de este 318d no es otro que el mismo que el del 320d moderadamente “capado”. Es decir, el turbo sopla “más flojito” en virtud a un retoque electrónico que limita su potencia, consumo y contaminación.
Sin embargo, con este coche, hablar de “limitado” o “capado” está de más.
Si en su hermano mayor actual, con 177cv se tiene la sensación de que bajo el pie derecho hay 190 a la sazón, con este 318d los 143cv anunciados por el fabricante se comportan como 160… o 143 hasta las cejas de Red Bull.
El empuje del motor es fantástico, si bien acusa algo más que sus “mayores” el retardo del turbo. Sin embargo, superadas las 2.000 rpm, la entrega de potencia es constante haciéndolo muy rápido. No tanto como nos transmite el coche, pero casi.

No suena demasiado y recupera con solvencia hasta en su marcha más larga. Por cierto, el tacto de la caja de cambios es estupendo. Así como el de su dirección y no tanto el de su suspensión, lastrada por los neumáticos RunFlat tan prácticos como incómodos.

Del chasis… ¿qué vamos a decir de un coche capaz de albergar entre sus hierros el triple de potencia? Muy bueno, con un innegable tacto deportivo propio de su configuración de propulsión trasera y acorde con el espíritu de la marca. De frenos también anda bien servido.
El consumo es otra de sus bazas importantes. BMW anuncia un mixto de 4,7 litros a los 100 kilómetros recorridos. Y nosotros en nuestra prueba hemos sido incapaces de pasar de los 5,5 l/100km. Todo en virtud del Efficient Dynamics incluido el cansino sistema “start and stop” que detiene el motor en los semáforos. No nos gusta nada, pero funcionar, funciona.
Esto respecto a todo lo bueno, que no es poco, que tiene este coche.
Pero no todo van a ser palmaditas en la espalda.

Si hablamos de habitabilidad, nos encontramos con unas plazas traseras justitas incomodadas por el túnel de la transmisión. Al menos el maletero, con sus 460 litros de capacidad está en la media.



Y otro gran punto en contra es el equipamiento. Si en el apartado de seguridad todos los airbags, TCS, CTS, JPTV, HH2W y demás acrónimos que sirven para salvarnos la vida son de serie, en lo tocante a confort apenas trae de nada y las opciones son carísimas.



Gastarnos 32.400 euros en un coche que aún trae “a rosca” el aire acondicionado alcanza cotas de insulto. Todo sea por poder contar con un gran motor, unos buenos materiales y una extraordinaria terminación. El 320d sale algo más de 3.000 euros más caro y, a excepción del climatizador tampoco trae de nada. Es como para pensárselo y optar por un 318d bien equipado, pues aunque diferencia de motor sí que hay, quienes opten por este “pequeño” de la gama, no se verán defraudados.


Vistos los tres contrincantes premium más recientes (Merc 200CDi, Audi A4 2.0TDi/143 y BMW 318d) si me pedís que me moje (y aquí estamos para eso) me quedo con el Audi –sin que sirva de precedente- por ser el más equilibrado en todos los aspectos. Si transmitiera casi tanto como este BMW sería casi perfecto.